Hace muchos años, en una pequeña isla boscosa, vivía una niña pelirroja de larga cabellera que se llamaba Grace.
Cuando el viento soplaba y las olas rompan contra los peñascos, Grace se paraba en la cima del acantilado y soñaba con navegar por los mares tempestuosos.
–Las mujeres no pueden ser navegantes –le dijo su padre–. Además, tu larga cabellera se enredaría en el cordaje.
Grace no estaba de acuerdo. Se cortó el cabello y se vistió con ropa de niño para demostrarle a su familia que podría emprender la vida marítima. Finalmente, un día su padre aceptó llevarla a navegar, pero con una condición.
–Si nos enfrentamos a un barco pirata, te esconderás detrás de la cubierta.
Sin embargo, cuando los atacaron, Grace saltó desde el cordaje y cayó en la espalda de uno de los piratas. Su ataque sorpresa funcionó y gracias a eso derrotaron a los piratas.
Grace era una excelente navegante, pero quería hacer algo más emocionante que sólo pescar. Cuando los ingleses atacaron su castillo, decidió convertirse en pirata antes que someterse al régimen inglés. Grace tuvo tanto éxito que pronto tuvo su propia flota, así como varias islas y castillos en la costa de Irlanda.
Cuando los ingleses capturaron a sus hijos, Grace se hizo a la mar para encontrarse con Isabel I, reina de Inglaterra. Para sorpresa de todos, la reina y Grace se hicieron amigas. La reina le devolvió a sus hijos y sus posesiones, y Grace la ayudó a combatir a los españoles, que en ese entonces eran enemigos de los ingleses.
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